Poesías de Pablo Neruda
ni sombra en los recuerdos: 7
éstos se hicieron cárdena ceniza 12
o pavimento sucio 7
de calle atravesada por los pies de las gentes 14
que sin cesar salía y entraba en el mercado. 14
Y hay otros: los recuerdos buscando aún qué morder 15
como dientes de fiera no saciada. 11
Buscan, roen el hueso último devoran 13
este largo silencio de lo que quedó atrás. 15
Y todo quedó atrás, noche y aurora, 10
el día suspendido como un puente entre sombras, 15
las ciudades, los puertos del amor y el rencor, 13
como si al almacén la guerra hubiera entrado 15
llevándose una a una todas las mercancías 15
hasta que a los vacíos anaqueles 11
llegue el viento a través de las puertas deshechas 13
y haga bailar los ojos del olvido. 12
Por eso a fuego lento surge la luz del día, 14
el amor, el aroma de una niebla lejana 15
y calle a calle vuelve la ciudad sin banderas 14
a palpitar tal vez y a vivir en el humo. 15
Horas de ayer cruzadas por el hilo 11
de una vida como por una aguja sangrienta 14
entre las decisiones sin cesar derribadas, 14
el infinito golpe del mar y de la duda 14
y la palpitación del cielo y sus jazmines. 14
Quién soy Aquél? Aquel que no sabía 11
sonreír, y de puro enlutado moría? 14
Aquel que el cascabel y el clavel de la fiesta 14
sostuvo derrocando la cátedra del frío? 14
Es tarde, tarde. Y sigo. Sigo con un ejemplo 15
tras otro, sin saber cuál es la moraleja, 13
porque de tantas vidas que tuve estoy ausente 15
y soy, a la vez soy aquel hombre que fui. 12
Tal vez es éste el fin, la verdad misteriosa. 13
La vida, la continua sucesión de un vacío 15
que de día y de sombra llenaban esta copa 15
y el fulgor fue enterrado como un antiguo príncipe 17
en su propia mortaja de mineral enfermo, 14
hasta que tan tardíos ya somos, que no somos: 14
ser y no ser resultan ser la vida. 11
De lo que fui no tengo sino estas marcas crueles, 15
porque aquellos dolores confirman mi existencia. 15